Artadi acaba de presentar sus Grandes Vinos de la cosecha, un momento siempre lleno de emoción que este año cuenta además con dos nuevos protagonistas: los dos vinos de parcela San Lázaro y Quintanilla. Hablamos de ellos y de mucho más con el hombre que ha llevado el prestigio nacional e internacional de esta bodega a lo más alto: Juan Carlos López de Lacalle.
Lo que está claro a día de hoy es que Artadi no necesita a Rioja, es una marca en sí misma, lo que hace que tomar una decisión de este calado pueda resultar algo más sencilla a pesar de lo que conlleva. En todo caso sus razones convierten su marcha en un acto comprensible e incluso que otros muchos podrían plantearse… Si disfrutaran de esa misma posición en el mercado y elaborasen un similar número de botellas (300.000-400.000 al año). Su descontento resultaba evidente y el Consejo Regulador lo conocía, pero en estos 12 meses ninguna de las dos partes parecía dispuesta a negociar ni a entenderse pues reconoce que tan solo se reunió una vez con el anterior presidente de la denominación. Juan Carlos se justifica, no considera que tuviera que revelar sus pretensiones ni proponer soluciones porque “no tenemos representatividad en el Consejo, son ellos los que tienen el poder y la capacidad de decisión porque son los que más litros venden, nosotros no teníamos ninguna fuerza”.
El motivo del conflicto es la amplia extensión que abarca esta zona vinícola, con una amplísima variedad de vinos y bodegas, pero donde se trata a todos por igual lo que, consideran desde Artadi, diluía el mensaje que se quería transmitir. Por el contrario, lo que ellos defienden es la identidad, la necesidad de distinguir por zonas, suelos, viñedos, y no solo por tiempo de crianza. “Pero ahora el Grupo Rioja, mayoritario en el Consejo, se apunta a la segmentación y ha pensado que se van a hacer vinos de parcela, de pueblo, comarca, de subzona, y un genérico de Rioja. Me alegro muchísimo de este repentino cambio y estoy satisfecho de que nuestra salida lo haya provocado”. López de Lacalle pretendía destacar el valor del paisaje, de la tierra de la que proceden sus uvas, el cultivo ecológico, una agricultura sostenible, “pero me prohibían ensalzar lo que nos distingue”, denuncia, y por lo que esta relación estaba abocada a la ruptura, rebelándose contra quienes le acusan de marcharse por intereses políticos, algo que niega sin más. En las etiquetas de sus vinos ya solo se especifica Álava, a la espera de poder incluir el nombre del pueblo, Laguardia. Irónico si tenemos en cuenta que mientras han estado al amparo de la D.O.Ca. Rioja lo que no se les permitía era Álava , pero sí Laguardia.
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